Miguel Cabrera (1695-1764)
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Retrato del Arzobispo Don José Rubio y Salinas
Óleo sobre lienzo: 183 x 126 cm.
Firmado y fechado. 1751
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Miguel Cabrera es el pintor colonial que ha gozado de más resonante prestigio. Su nombre no sólo ocupó por entero el siglo XVIII, sino que subsistió mucho tiempo como símbolo del arte colonial.
Según los escritos de Don Luis González Obregón, Miguel Cabrera nació en la ciudad de Antequera en el valle de Oaxaca. Su partida de bautismo está fechada el 27 de Febrero de 1695, y dice que el artista fue hijo de padres no conocidos, y tomó el apellido de su padrino, Gregorio de Cabrera. Sus primeros estudios de pintura los hizo en su ciudad natal, llegó a Méjico en 1719, con el objeto de dar mayor vuelo y perfeccionamiento a sus estudios. El arzobispo Rubio y Salinas, retratado en este cuadro, que gobernó la diócesis de 1749 a 1765, lo nombró su pintor de cámara.
De sus trabajos profesionales, aparte de sus pinturas, conocemos dos hechos importantes en los que figuró: la inspección de la imagen de la Virgen de Guadalupe en 1751, cuyo dictamen fue expresado en el tratado Maravilla Americana, y la fundación de una Academia de Bellas Artes, en 1753, a semejanza de las que empezaban a fundarse en Europa. Su superioridad fue reconocida por todos al nombrarle presidente perpetuo.
La influencia de Miguel Cabrera fue enorme, los jesuitas se disputaban sus obras, y el gusto del mismo público apoyaba esas pinturas suaves, sin vigor excesivo, de colores cálidos y de técnica fundida, donde muestra una clara preferencia por los detalles.